Si
la palabra nos separa, es que nunca estuvimos juntos.
Hoy
quiero escribirle a todo y a nada, a todos y a nadie, a lo blanco y a lo
negro, al sí y al no, y a todos los tonos intermedios. A la palabra, a la amistad.
La palabra amistad que mal traída y llevada
está, que devaluada, se comercializa con
ella en post de una camaradería ocasional, de un encuentro fortuito en la vida
que aún no ha madurado lo suficiente, y cuando digo fortuito pudiera ser desde
unos minutos a algunos años. La amistad es como el buen vino necesita tiempo y reposo en la
sacristía.
En la vida tenemos a nuestro alrededor muchos conocidos,
figuras grises, que van de paso por las aceras de tu vida, a veces parecen que
toman color, pero es solo un colorido fugaz, la figura que es gris termina
siendo gris, y el color, ese momento de entendimiento, de conexión se pierde
porque si arañamos las corteza se queda el fruto pelado y mondado, y ese fruto no
siempre tiene sabor, muchas veces es
insípido.
La palabra, carretilla sonora de los sentimientos, que carga
con opiniones, discrepancias, lamentos y alegrías puede a veces ser un muro
entre personas. No a todos nos
inspira o nos transmite lo mismo un
poema de Antonio Machado. Una arenga del Che Guevara, o un sermón de Benedicto XVI.
“Hay
palabras de Dios, y palabras que son de
honor, también hay palabras de amor. Palabras que tan solo son insulto y otras
son como un susurro cargaditas de pasión…”
Pero ay si la razón no tuviera palabras para ondear al
viento, que color más oficialista tendría este mundo.
La amistad tan vapuleada y sacudida por abrazos ocasionales,
palmadas en la espalda e intereses oportunistas, está por encima de ideologías,
de razas, de sexos, está por encima de premios, de acordes en las nubes y de “tablas”
en la tierra.
La amistad calla
cuando el otro “resbala”, sostiene cuando
el otro tambalea, escucha pero no
tapa la boca, habla sin desviar la mirada. La amistad permite
desnudar el alma, descargar la conciencia, enmudecer
las diferencias.
La amistad es la
presencia en las desavenencias, no se
mira el ombligo propio habiendo
horizontes compartidos. Es más que un SÍ rotundo, que un NO renqueante, que un
“quizás” oportunista y que un “tal vez
me venga bien”.
La amistad no disfraza la razón, ni mata al mensajero. Como mucho calla y en la balanza de la vida pesa las diferencias en el plato del olvido, que
siempre es el que debe pesar menos.
A veces la palabra, pronunciada o silente y la amistad, se echan un pulso, o esta primera es monedas de cambio en la economía sumergida del
interés personal. Y es que el corazón a
veces manda sobre el cerebro como dijo Francesco Petrarca
poeta italiano “No ha lugar la razón contra la fuerza de
la pasión.
La palabra,
fundamentada, razonada, respetuosa y oportuna no tiene que pedir disculpas por existir, solo ser leída
o escuchada, asumida o rechazada, elogiada o criticada, reproducida o borrada,
recordada u olvidada.
Por eso “Nunca des explicaciones: tus amigos no las
necesitan y tus enemigos no las creerán (Víctor Grayson)
Manuel Fernández
Manuel Fernández
2 comentarios:
Cuando se hurga en la llega del corazón,
aflora presta la lira de su sueño,
dando cordura a la pasión y a la razón.
chapó.
verdad que si, los verdaderos amigos se cuentan con una mano
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